Lavatorio de pies
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- Created on Wednesday, 31 March 2021 13:28
- Written by Roberto O´Farrill
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Ese gesto que tuvo Jesús en el curso de la Última Cena hacia sus apóstoles, en un acto que era reservado a sirvientes y esclavos que lavaban los pies de su señor al regresar de viaje a casa, ese gesto fue más allá de un lavado de pies.
En su Historia de Cristo, Giovanni Papini razona que “únicamente una madre o un esclavo hubiera podido hacer lo que Jesús hizo aquella noche. La madre a sus hijos pequeños y a nadie más. El esclavo a sus dueños y a nadie más. La madre, contenta, por amor. El esclavo, resignado, por obediencia. Pero los Doce no son ni hijos ni amos de Jesús”.
El Señor les había enseñado a sus discípulos que todo cristiano debe vivir para servir a su prójimo, enseñanza que, como ellos no lograban comprender del todo, Jesús quiso llevar de las palabras a la acción dejándonos esa muestra de la indispensable humildad que se requiere para servir al prójimo, y explicó el significado de su acción: “¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. En verdad, en verdad les digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que envía” (Jn 13, 12-16). Además, el Señor elevó a categoría de ofrenda todo servicio en favor del prójimo: “En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40).
Invitación a Programas de TV
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- Created on Friday, 26 March 2021 12:19
- Written by Roberto O'Farrill
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Domingo de Ramos
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- Category: Editoriales
- Created on Thursday, 25 March 2021 11:25
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Antes de llegar a Jerusalén para concretar su entrada mesiánica a la Ciudad Santa, Jesús había atravesado la aldea de Jericó donde, al salir, se encontró con un mendigo ciego de nombre Bartimeo. Esta ciudad, que se ostenta como la más antigua del mundo en un gran letrero que pende del edificio de la municipalidad, solía ser en tiempos de Jesús un sitio de esparcimiento donde ricos y poderosos edificaron palacetes veraniegos con infaltables piscinas para su descanso y gozo.
Bartimeo bien sabía que los potentados llegaban a Jericó cargados de viandas, manjares y vinos para disfrutarlos durante su estancia, y por ello solía colocarse en su puesto de mendigo para recibir, por lástima, algo de todo eso. Conocía también que, terminados los días de descanso, los ricos cargaban consigo lo que no habían consumido, sobras de las que él podría recibir algo, en ocasiones con una mayor generosidad movida por el reclamo moral de la conciencia de aquellos ricos que, tras haber gozado en exceso, se encontraban con un pobre hombre que nada tenía.