Miércoles, 17 Abril 2024
Notre Dame de Paris

Notre Dame de Paris

La catedral de París, dedicada a Nuestra Señora la Virgen María, se edificó entre 1163 y 1245. La fachada se terminó en el año 1200, las torres a mediados del siglo XIII y todo el conjunto a inicios del siglo XIV. Es una de las catedrales góticas más antiguas del mundo y probablemente una de las más famosas. Se construyó en la “Isla de la ciudad”, rodeada por el río Sena, sobre vestigios de un templo romano dedicado a Júpiter, y sobre los restos de dos iglesias cristianas, una románica y una medieval del siglo VI dedicada a Saint Etienne. Su fachada mide 40 metros.

La catedral mide 130 metros de largo, 40 de ancho y 69 de altura. Es de planta basilical en forma de cruz latina. Tiene dos torres, cinco naves, 37 capillas, tres rosetones de 14 metros de diámetro cada uno y 113 vitrales.

La fachada presenta tres grandes portales. El Portal del Juicio Final, el más importante,  al centro, muestra esculturas que representan la resurrección de los muertos, un ángel con una balanza pesando virtudes y pecados y demonios que se llevan las almas de los pecadores. Los dos portales laterales fueron consagrados a la Virgen María y a Santa Ana, su madre.

La fachada presenta un alzado tripartita que equilibra la verticalidad de las dos torres, que se corresponden con las dos naves laterales, cuando en el interior son cinco las naves de la iglesia. A 20 metros del suelo, se levanta por encima de las puertas la galería con 28 estatuas, de tres y medio metros de altura cada una, que representan a los 28 reyes de Judea que precedieron la llegada de Cristo. De las estatuas originales medievales sólo quedan fragmentos, ya que durante la Revolución fueron destruidas creyendo que representaban reyes franceses.

Sobre el portal central se destaca el gran vitral circular de la roseta, de casi 10 metros de diámetro. Por encima del rosetón, una hilera de columnas y las dos torres con campanario completan la cara oeste. Son famosas las gárgolas de las fachadas, que sirven como desagües y que representan a los demonios que salen huyendo del recinto al celebrarse la Santa Misa.

En su interior, la gran nave, como todas las iglesias góticas, esta compuesta por tres niveles: el primero, por arcos formeros sobre grandes columnas; el segundo, por una tribuna comunicada con la nave central mediante arcos; y el tercero, por ventanales de doble arco bajo ventanales redondos. Todo su interior es extraordinariamente hermoso y equilibrado.

En sus ocho siglos de historia, la Catedral de Notre Dame ha sido reformada en varias ocasiones, la última durante las restauraciones de mediados del siglo XIX a consecuencia de los ataques perpetrados durante la Revolución francesa.

En la catedral de Nuestra Señora, de París, se han celebrado relevantes acontecimientos como la coronación de Napoleón Bonaparte, la coronación de Enrique VI de Inglaterra y la beatificación de santa Juana de Arco.

El tesoro más precioso que se resguarda en la catedral, bajo la custodia de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, es la Corona de Espinas de Nuestro Señor Jesucristo, que es presentada para su veneración el Viernes Santo de cada año; pero, a consecuencia del fatídico incendio ocurrido el nefasto lunes 15 de abril, por primera vez ya no podrá ser expuesta.

Una de las grandes preocupaciones durante el incendio consistió en el rescate del Santísimo Sacramento y de la Corona de Espinas, así como en los exquisitos vitrales que pudieron estallar a consecuencia del fuego; pero fue gracias a la decidida acción heroica del Padre Jean-Marc Fournier, Capellán del Cuerpo de Bomberos de París, que tanto el Santísimo Sacramento, como la Corona de Espinas, fueron rescatados del incendio, a riesgo de su propia vida.

El Padre Fournier, de 50 años de edad, se ordenó sacerdote en Alemania y luego se mudó a Sarthe, Francia, donde se unió a la Capellanía de las Fuerzas Armadas en 2004 para atender a los militares durante siete años.

En tanto que los bomberos se empeñaban con todos sus esfuerzos en abatir el fuego que consumía el techo de la catedral, el Padre Fournier ingresó con el propósito de rescatar a Cristo Sacramentado y la Corona. “No mostró ningún temor en absoluto en dirigirse directamente a las reliquias que se encontraban al interior de la catedral y se aseguró de que estuvieran a salvo. Él trata con la vida y la muerte todos los días, y no tiene miedo”, expresaron al día siguiente los bomberos de París. ¡Dios bendiga por siempre a tan devoto y valiente sacerdote!