Viernes, 19 Abril 2024
Gruta de la Natividad

Gruta de la Natividad

“Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único” (Jn 1,14).

El Nacimiento de Jesús ocurrió “en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes” (Mt 2,1) a donde acudió “José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret” (Lc 2,4), y mientras allí estaba junto “con María, su esposa, que estaba encinta” (Lc 2,5), “se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo” (Lc 2,6).

San Gregorio Nacianceno (330-390), Padre de la Iglesia, medita sobre la Natividad del Señor: “Cristo nace, canten el Gloria, Cristo baja del cielo, vayan a su encuentro; Cristo está en la tierra, pónganse en pie. Que toda la tierra alabe al Señor. Y para retomar estas dos cosas en una sola: Gocen los cielos, exulte la tierra, porque aquel que pertenece al cielo está ahora en la tierra. Cristo se hizo carne, tiemblen y gocen; tiemblen por el pecado, gocen por la esperanza” (Oración 38, 1).

En esta ciudad de Belén, cuyo nombre significa Casa de Pan, localizada a siete kilómetros de Jerusalén y a 100 de Nazaret, precisamente sobre la gruta en la que nació el Salvador, santa Elena, madre del emperador Constantino, hizo edificar una iglesia en el año 339, como refiere el historiador Eusebio de Cesarea. Esta primigenia iglesia fue saqueada y destruida por los samaritanos en el año 529, por lo que se edificó otra de mayores dimensiones a indicación del emperador Justiniano; es la actual basílica de la Natividad, la iglesia bizantina más antigua del mundo.

De planta basilical en forma de cruz latina, de cinco naves, mide 54 metros de longitud. La nave central es flanqueada por 44 columnas de piedra caliza color rosa con capiteles corintios de mármol blanco distribuidas en cuatro filas.

Durante la invasión persa del año 614 se salvó de ser destruida gracias a que las imágenes de los Reyes Magos, ataviados a la usanza persa, hicieron pensar a los saqueadores que el edificio pertenecía a su propia cultura. También se salvó de la invasión sarracena del año 647 porque los musulmanes tienen a Jesús como profeta y a María como la santa que lo concibió.

Entre 1165 y 1169, la basílica fue restaurada por los Cruzados y embellecida con dos mil metros cuadrados de exquisitos mosaicos incrustados de oro y de madreperla e ilustrada con escenas del Nuevo Testamento. Las columnas de la nave fueron decoradas, por el pintor Basilio, con medallones que representan a los antepasados de Jesús.

Al interior, debajo del presbiterio, se localiza la Gruta de la Natividad contenida por una capilla de 12.30 x 3.50 metros, bajo cuyo altar, en el piso revestido de mármol, una estrella de plata, con un orificio al centro que permite tocar la piedra original, marca el sitio en el que nació Jesús, con la inscripción: Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est, o Aquí, de la Virgen María, nació Cristo Jesús. La capilla es iluminada por 53 lámparas de aceite encendidas día y noche. Frente a la capilla de la Gruta, junto al altar de los Reyes Magos, se veneran reliquias del Pesebre, colocado en un hueco de la roca, que aunque ahora está recubierto de mármol, antes lo estuvo de plata.

Actualmente, la basílica está en posesión de la Iglesia católica, confiada a los franciscanos en 1347; a la iglesia ortodoxa griega, desde 1669; y a la iglesia ortodoxa armenia, desde 1829. En sus derechos y privilegios respectivos, las tres iglesias se sujetan a las disposiciones del Acuerdo de Statu Quo de los Santos Lugares, de 1852.

La basílica fue sometida, entre 2013 y 2020, a un extraordinario trabajo de restauración en el techo, las fachadas exteriores, el nártex, las puertas y los mosaicos, de los que quedan 125 metros cuadrados, de los dos mil metros primigenios, y que son muestra del maravilloso esplendor original de esta sagrada edificación.

El único acceso a la basílica es una puerta diminuta, a la que el papa Benedicto XVI se refirió en su homilía durante la Santa Misa de la Nochebuena de 2012: “El portal, que un tiempo tenía cinco metros y medio de altura, y por el que los emperadores y califas entraban al edificio, ha sido en gran parte tapiado. Ha quedado solamente una pequeña abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse”.