San Luis rey y la Casa de Loreto

San Luis rey y la Casa de Loreto

Visto: 2607

El 6 de abril de 1250, en la séptima Cruzada, el ejército cristiano sufrió una derrota durante su incursión a Egipto, en El Mansuráh, donde los sarracenos apresaron a san Luis IX, rey de Francia, junto con sus hermanos Carlos y Alfonso, quienes sobrevivieron a Roberto, muerto en la batalla. Tras su liberación, a cambio de la entrega de la plaza de Damieta y un millón de onzas en oro, proporcionadas por la Orden del Temple, partieron a San Juan de Acre, donde edificaron fortalezas y peregrinaron por los Santos Lugares.

El 25 de marzo de 1252, cumpliendo su promesa de acudir a Nazaret al recuperar su libertad, el rey santo llegó la basílica de la Anunciación erigida en torno a la casa de la Virgen María, sitio  donde se manifestó el arcángel san Gabriel en la Anunciación. Su confesor, el padre Geoffroy de Beaujeu, narra así el suceso: “Cumplió el piadoso rey la peregrinación que inició en San Juan de Acre a la santa y religiosa ciudad de Nazaret. La víspera de la fiesta de la Anunciación, revestido con un cilicio, se trasladó desde Séforis, patria de san Joaquín y santa Ana, donde había pasado la noche, hasta Caná de Galilea y de allí al monte Tabor. Aquel mismo día por la tarde bajó a Nazaret. En cuanto divisó en la lejanía el santuario, se apeó del caballo, se hincó y adoró devotamente. El resto del camino lo hizo a pie hasta entrar humildemente en la ciudad santa y en el bendito lugar de la Encarnación. Los asistentes pueden atestiguar con qué fervor se comportó y la gloria con que mandó celebrar las Vísperas, Maitines, la Misa y demás celebraciones, propias todas de gran solemnidad. Muchos de ellos no tienen reparo en afirmar que, desde el día en que el Hijo de Dios tomó nuestra carne del seno de la gloriosa Virgen María en ese mismo lugar, no se había celebrado el oficio con tanta solemnidad y devoción”. Once años después, en 1263, los musulmanes derribaron la basílica sin tocar la casa de la Virgen María, por su devoción a ella como madre de Jesús, pues ambos son mencionados en el Corán.

Luego de 28 años, el 10 de mayo de 1291, a dos mil kilómetros de Nazaret ocurrió un prodigio del que fueron testigos dos leñadores al ver una casa, sin cimientos, que nunca había estado allí, en la colina Iliria, en Tersatto, cerca de Fiume (hoy Rijeka, Croacia). Al entrar a la casa vieron un altar de piedra con una escultura en madera de la Virgen con su divino Hijo en brazos, ambos con coronas áureas. Los muros estaban decorados con pinturas de María rodeada de santos y, frente a ella, el rey san Luis cargando cadenas, en una representación de su peregrinaje.

Luego de ser informado por los leñadores, el Padre Alessandro de Giorgio, párroco de Tersatto, tuvo una revelación, pues la Virgen María se le apareció para curarlo de una grave enfermedad que le impedía caminar y para darle a conocer que se trata de la casa en la que ella nació, se crió y donde se engendró en su seno virginal el Verbo de Dios, que su escultura en madera fue tallada por san Lucas, que la casa salió de Nazaret para llegar hasta allí, y que su curación daría sustento  al milagro.

El conde del territorio, Nicolás Frangipani, envió a Nazaret una delegación que comprobó la desaparición de la casa en la basílica de la Anunciación, y que supo del enojo de los sarracenos, pues con la desaparición del recinto dejaron de obtener los impuestos que de los peregrinos cristianos recibían.

La noche del 10 de diciembre de 1294, la casa desapareció de la colina de Iliria ante la mirada de varios pastores que al otro lado del Adriático vieron en el cielo una luz deslumbrante que cruzó las nubes. Al día siguiente la casa apareció en un bosque perteneciente a una noble mujer de nombre Loretta, cerca de la ciudad de Recatti, junto a la costa mediterránea, de donde ocho meses después volvió a volatilizar para desplazarse un kilómetro y medio más allá.

La Casa de Loreto, que por voluntad divina fue trasladada por ángeles dirigidos por san Miguel arcángel, hoy se localiza dentro de una magnífica basílica de mármol, proyectada por el arquitecto Donato D’Ángelo Bramante a finales del siglo XVI. En torno a ella se desarrolló la ciudad de Loreto, destino de millones de peregrinos que acuden allí desde siglos para encomendarse, al igual que san Luis rey, a la Madre de Dios.