Jueves, 18 Abril 2024

San José, el hombre justo

 

La memoria de los hombres es muy corta, pues a la vuelta de unos años, olvida a casi todos los que partieron antes y a muchos que se encuentran alejados en el tiempo o en el espacio.

¡Cuánta sabiduría acumuló y compartió Sócrates, para que se le recuerde como uno de los grandes filósofos de la humanidad!

¡Cuántas guerras tuvo que pelear exitosamente Alejandro Magno, para que aparezca en unas páginas de la historia universal!

¿Y qué hizo José de Nazaret para que millones de hombres y mujeres en el mundo mantengan tan vivo su recuerdo?

No nos ha quedado ni una sola palabra suya. No conocemos ni su nacimiento ni su muerte. Apenas aparece, envuelto en discreción, en algunas pocas páginas del evangelio. Su paso es tan fugaz, que casi podríamos describirlo como tímido y deseoso de esconderse detrás de los que de veras cuentan.

Conocemos a José de Nazaret ante todo porque en esta tierra él fue el padre de Jesús. Su nombre es mencionado en los relatos de la infancia de Jesús, y también años después cuando éste es reconocido como “el hijo de José, el carpintero”.

Y, sin embargo… Y, sin embargo sabemos cosas muy importantes acerca de José. Nos dice la Escritura que era “un hombre justo”, y detrás de esa sencilla expresión se oculta una inmensa alabanza. “Justo” en la Escritura es la persona que busca siempre vivir y actuar conforme a la voluntad de Dios. De Jesús se nos dirá que “pasó haciendo el bien”, es decir que también era uno de los justos. Y eso es lo que se dice de José: “un hombre justo”. Aquel que piensa no en lo que le gustaría hacer, sino en lo que ve que a Dios le gustaría que hiciera. Aquel cuyo mayor empeño es conformarse con esa voluntad divina, a pesar de que a veces parezca muy inconveniente desde el punto de vista de la comodidad personal.

Ese “hombre justo” se esfuerza en escuchar a Dios en medio de los acontecimientos de la vida: Su novia, María, está esperando un hijo, y él sabe que no es suyo… ¿qué hay que hacer?... la vida del niño Jesús está amenazada… ¿qué hay que hacer?... ha muerto el enemigo que deseaba la muerte de Jesús… ¿qué hay que hacer?... el niño va creciendo, sabe que es obra de Dios, pero él, José, es el responsable de esa familia… ¿qué hay que hacer?

José no habla, discierne y actúa. Y cuando su misión ha terminado, desaparece de escena. Cuánto debió Jesús admirar y amar a José, como para que después hablara con Dios, diciéndole “Abba”, como aprendió a decirle al carpintero de Nazaret.

En el mes de marzo la Iglesia recuerda con gozo y gratitud a san José.

Patrono de la Iglesia, que es la presencia mística de Jesús a lo largo de la historia.

Patrono de los seminarios, las casas donde se van formando los que deben configurarse con Jesucristo, el buen Pastor.

Patrono de los esposos y padres cristianos.

Patrono de los trabajadores.

Patrono de la buena muerte.

Patrono de muchas comunidades religiosas de varones y de mujeres que encuentran en él su inspiración en el seguimiento de Cristo.

Patrono de muchas diócesis y parroquias a lo largo y ancho del mundo.

San José, “el hombre justo” y silencioso a quien Dios encomienda el cuidado y protección de su divino Hijo y de María.


Nota: el Padre Sergio César Espinosa G. es teólogo, Misionero de Guadalupe, formador de misioneros.