Miércoles, 24 Abril 2024

Dios acrecentará

 

El origen y significado del nombre José es hebreo, y quiere decir: Dios da, o también: Dios acrecentará. El nombre procede del episodio bíblico en que Raquel, la esposa de Jacob, exclama a Dios: “auméntame la familia”, y así dio a luz a José, su undécimo hijo, tras un largo período de esterilidad. Este es el famoso José “el soñador”, que mandó traer a su familia a Egipto, asentándose ahí el pueblo hebreo, en donde él era el gran Ministro del Faraón. (Puedes leer esta bonita historia en tu Biblia: Génesis cap. 37 y sig.).

Pero el José que ahora nos ocupa en esta reflexión es el más conocido por todos: el señor San José, esposo de la Santísima Virgen María y padre adoptivo de Jesús, nuestro Salvador. Custodio del Redentor y casto compañero de María de Nazaret, doble y trascendente misión, entre otras virtudes, ejemplar y valientemente vividas por este “hombre justo”, que lo colocan, después de Jesús y María, como el santo más encumbrado, ya que es el Patrono de la Iglesia universal.

Sin embargo, aunque fue un santo “de gran talla”, estoy seguro que la figura y misión de San José, son muy poco conocidas y apreciadas por los católicos de estos tiempos.

 

Veamos algunas de sus virtudes:

 

SILENCIO. Teniendo de parte de Dios una encomienda tan delicada e importante como lo era el cuidarle sus dos grandes tesoros (María y Jesús), José no cae en el protagonismo, no alardea ni es "farol" como muchos de nosotros que nos gusta llamar la atención para que nos vean y nos tomen en cuenta. Al contrario, José es callado: los evangelistas no ponen ni una palabra en su boca. José es un hombre de silencio; refleja una personalidad recogida, no es extrovertido ni superficial como tantos hombres y mujeres de hoy.

Cuánta falta nos hace el silencio en un mundo acelerado y lleno de ruido en donde hay tiempo para radio, TV, cine y espectáculos, pero no hay tiempo para el silencio, el recogimiento, la oración y la escucha... ¿Por qué? Pretextos sobran, pero en el fondo quizás el miedo a adentrarte para conocerte mejor y cambiar, te impide dar el paso decisivo de tu vida. Aprovecha esta Cuaresma para recogerte y renovarte a través del silencio y de la guarda de tus sentidos. ¡Dios acrecentará tu vida en beneficios!

 

ACCION. “José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. Esta frase del Evangelio lo dice todo: José, varón justo y prudente, fue un hombre de obras, de acción, no de palabras. Tiene decisión y es coherente: dio testimonio silencioso y efectivo.

Totalmente contrario a los políticos y lidercillos de hoy, que dicen una cosa y hacen otra, todo según sus intereses personales o de partido. Cuánta razón tuvo el Papa Pablo VI al decir: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio, que a los que hablan; y si escucha a los que hablan, es porque dan testimonio”. Pidámosle a Dios y esforcémonos por ser coherentes valientes y no hipócritas cobardes, y así acrecentará nuestra virtud.

 

OBEDIENCIA. José demostró una disponibilidad a la voluntad de Dios, semejante a la de María. Voluntad divina en su vocación como esposo de María y padre de Jesús, con todos los deberes que implica y las vicisitudes que vivió:

- recibir a María = caridad y comprensión;

- ir a Belén al censo = cumple con el Estado sus deberes ante la ley;

- nacimiento de Jesús = testigo ocular y solícito esposo y padre;

- la circuncisión = ejercita su derecho y deber respecto al niño;

- imposición del nombre = declara su paternidad legal sobre Jesús;

- huida a Egipto = celoso padre protector;

- niño perdido y encontrado en el Templo = Dios es su Padre divino;

- vida oculta de Jesús = padre amoroso y educador ejemplar.

La obediencia por amor es la virtud más importante y necesaria para todo cristiano; y también la más difícil, porque toca lo más hondo de nuestra personalidad: la propia voluntad, pero bien dicen que el que obedece no se equivoca; por eso, siempre debemos obedecer con prontitud y alegría, a ejemplo del mismo Jesús, cuyo alimento era cumplir la voluntad de su Padre celestial, y desde pequeño obedecía a José, su padre terreno.

 

CASTIDAD. Qué cursis, anticuadas y equivocadas me parecen las estampas e imágenes que popularmente se conocen del Sr. San José. Lo pintan o ponen al pobre como a un anciano de barba blanca junto al niño Jesús o al lado de la doncella de Nazaret, como para darnos a entender que así, viejito, cumpliría mejor su papel de “castísimo esposo de la Virgen". Qué lejos estamos de comprender y valorar la preciada virtud de la castidad, sobre todo en estos tiempos en donde el erotismo, la sensualidad y el placer asfixian no sólo a la juventud sino al mundo entero que es bombardeado por los medios de comunicación social, que están empecinados en contaminar el ambiente que nos rodea.

Ante esta atmósfera enrarecida por la lujuria, debemos contraponer al joven cristiano del tercer milenio, limpio y puro de corazón, como lo fue José: no un ancianito inocentón, sino un joven casto y viril, con toda la fuerza y energía de un hombre de su tiempo que asumió con madurez su personalidad sexuada y varonil, siendo capaz con la gracia divina, de ser un célibe esposo y padre de familia alegremente entregado a ella.

 

TRABAJO. “San José Obrero” es una fiesta litúrgica que la Iglesia celebra cada 1° de mayo, y así nos lo pone como modelo de todos los trabajadores. El Evangelio relaciona a Jesús con José como “el hijo del carpintero”, y el mismo Hijo de Dios aprendió y ejerció el mismo oficio, y “gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención”, por eso, como bien agrega Juan Pablo II: “el trabajo no es una maldición, es una bendición de Dios que llama al hombre a dominar la tierra y a transformarla, para que con la inteligencia y el esfuerzo humano continúe la obra creadora divina”.

Así entonces, el hombre, con su trabajo, colabora con Dios creando y perfeccionando, y se perfecciona a sí mismo; éste es el valor subjetivo del trabajo, la trascendencia que tiene. Por tanto, debemos desempeñar nuestro trabajo lo mejor posible, rindiendo al máximo, con responsabilidad, pues ¡ahí está nuestra santificación!

 

Conclusión: “San José es el modelo de los humildes que el cristianismo eleva a grandes destinos. San José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo, no se necesitan `grandes cosas`, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas”. (Pablo VI)

“Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino” Sta. Teresa de Jesús

“Que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción” Sta. Teresa de Jesús

“Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios” Sta. Teresa de Jesús

“Aunque tenga muchos santos por abogados, séalo particular de San José, que alcanza mucho de Dios” Sta. Teresa de Jesús


Nota: El P. José Ángel Fernández Martín es párroco de la Parroquia de la Asunción de María en la VI Vicaría Episcopal "San José" de la Arquidiócesis de México