Miércoles, 24 Abril 2024

Editoriales

Caravaggio

Caravaggio

En la catedral de san Juan Bautista, en la ciudad de La Valetta, isla de Malta, se localiza un gran cuadro que presenta el momento en el que san Juan Bautista muere decapitado en las mazmorras de Maqueronte. Se trata de un lienzo de 5.20 x 3.61 metros colocado en el oratorio de la catedral, lugar para el que expresamente lo pintó el Caravaggio en el año 1608, a pedido de los Caballeros de la Orden de san Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, de quienes san Juan Bautista es su Santo Patrono. La catedral fue edificada entre 1572 y 1578 por los Caballeros de la Orden en la ciudad que lleva el nombre de su Gran Maestre, Jean de La Valette, quien heroicamente defendió la isla, y con ella la cristiandad europea, del sitio naval que en 1565 plantó Solimán, sultán del imperio otomano.

En la National Gallery, de Londres, se encuentra un cuadro de 1.97 x 1.40 metros que Caravaggio pintó en 1602 para presentar el momento en que los discípulos de Emaús reconocen al Señor, quien luce con su rostro menos enjuto y sin bigote ni barba, pues es la manera en la que el artista plasmó la narración evangélica que asegura que Jesús “se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos que iban de camino a una aldea” (Mc 16,12). Este cuadro de Emaús y la decapitación del Bautista son, probablemente, sus dos obras maestras.

En la Galería Borghese, de Roma, se exhibe un lienzo de 2.92 x 2.11 metros que Caravaggio pintó en 1605 en el que presenta a santa Ana junto a la Virgen María que sostiene de las manos a Jesús niño, de unos cinco años de edad, desnudito. Las imágenes son de una profunda teología, pues en tanto que la Virgen pisa a una serpiente que se arrastra por entre sus pies, Jesús oprime con fuerza su propio pie sobre el pie de su madre en una sorprendente ilustración de la promesa divina de la redención humana cuando Dios sentenció a la serpiente en el Paraíso: “enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” (Gn 3,15).

De nombre Michelangelo da Merisi, y apodado il Caravaggio, nació en Milán en 1571. De 1592 a 1606 residió en Roma, donde adquirió fama por su original realismo, pero también por su temperamento impetuoso, sus costumbres indecentes y su vida depravada.

En sus primeras obras, Caravaggio gustó de combinar la figura humana con bodegones y naturalezas muertas hasta que pintó el suceso de Emaús, por encargo, obra con la que inició su incursión en el arte sacro con sus grandes pinturas como el tríptico de san Mateo, en la capilla Contarelli de la iglesia de San Luis de los franceses, en Roma; y la crucifixión de san Pedro y la conversión de san Pablo, en la capilla Ceresi de la iglesia de Santa María del Pueblo, en Roma.

Debido a su colérico temperamento, en 1606 se vio obligado a huir de la Urbe porque por haber cometido un homicidio cayó sobre él la sentencia pontificia de morir decapitado. Sus benefactores lograron que los Caballeros de San Juan lo recibieran en Malta y lo invistieran Caballero de la Orden, mientras se tramitaba su indulto. Allí en la isla dejó fascinantes obras como la de san Jerónimo, retratos del Gran Maestre y la decapitación del Bautista, pero debido a su carácter odioso, pronto se involucró en severos problemas con los Caballeros, quienes lo expulsaron de su isla.

Obsesionado con morir decapitado, Caravaggio pintó decapitaciones en las que en realidad presentaba su propia decapitación. Es el caso de Judith y Holofernes, la cabeza de Medusa recién separada de su cuerpo, y David y Goliat, en la que David sostiene en su mano la cabeza del gigante abatido en la que Caravaggio plasmó, terroríficamente, su propio rostro.

Tras su expulsión de Malta anduvo errante por Roma y por otros lugares hasta que murió en Porto Ércole en 1610 a la edad de 39 años.

¿Cómo es posible que un artista pueda arañar la mística en sus obras y plasmar imágenes tan sublimes de lo sagrado, al tiempo que en su propia vida muestra una realidad totalmente opuesta? No lo sé, es un misterio que me supera, y que me ocurre también con los Autos Sacramentales de Lope de Vega, aunque me hace comprender que Dios confiere dones que quien los posee puede aprovechar para su salvación o dejarlos pasar en su vida mundana traduciéndose en un desperdicio de la vida eterna.