Miércoles, 24 Abril 2024

Editoriales

El llamado de Jesús

El llamado de Jesús

Jesús quiso salir al encuentro del hombre en su labor cotidiana, buscó a personas sencillas, a pescadores que estaban arrojando las redes al mar. No fue a buscar dignatarios, gobernadores ni reyes. ¿Dónde encontrar pescadores si no en el mar…? Así también, el Señor busca a los padres de familia en su hogar, al estudiante en su escuela, al obrero en su fábrica, nos busca en nuestros afanes y en nuestros descansos, en las alegrías y en las tristezas de cada uno de nuestros días, allí donde nos volcamos en lo que hacemos.

Jesús busca al hombre en lo cotidiano. Bordeando nuestra existencia, el Señor se pasea con su mirada puesta en un pequeño mar: “Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mc 1,16-18).

Jesús continúa saliendo al encuentro de cada persona porque sigue haciéndose presente en lo cotidiano de nuestras vidas. Lo que en aquel momento fue bordear el mar de Galilea, para la humanidad se ha derivado en bordear las bahías de nuestras vidas.

Aquellos pescadores escucharon de Jesús la promesa de llegar a ser pescadores de almas, una promesa que se cumplió al ver cómo sus horizontes iban creciendo en el renovado significado de sus vidas, y descubrieron que es más grande sacar almas del olvido que peces del mar. El Señor lo hace hoy con todos: a los padres de familia los hace ser padres de almas que volverán a Dios, a los profesores los destina a formar conciencias, a los cantantes les hace cantar al espíritu, y los escritores hablarán con palabras de esperanza; el plan de Dios es de alcances infinitos.

El llamado de Jesús equivale a ser discípulos suyos. Aquellos dos pescadores, en cuanto soltaron las redes pudieron seguirle. Ser discípulos no consiste en renunciar al trabajo, sino en dejar aquello que pueda ser obstáculo para cumplir la voluntad de Dios. ¿Quién nos dijo que para seguir al Señor no habremos de dejar algo atrás…? Para seguirlo bien es necesario saber que su llamado incluye un plan de vida que siempre será mejor del que habríamos podido suponer. Es necesario confiar en él y saber que no es posible estar asidos a aquello que nos enreda manteniéndonos atados. Cada persona sabe qué es lo que tiene que dejar: las dependencias, los rencores, las envidias. Dejar atrás los vicios, soltar las envidias, dejar los rencores. Ese será el instante en el que, como Pedro y Andrés, estaremos dispuestos a segur al Señor.

El llamado a Santiago y a su hermano Juan, aunque similar al de Simón y Andrés, requirió de ellos una voluntad más vigorosa, pues ellos serían los herederos del negocio de su padre, de las barcas y de las redes: “Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes. Y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él” (Mc 1,19-20). Estos dos jóvenes pescadores tuvieron que dejar un importante patrimonio a cambio de hacerse discípulos de Jesús. En una de sus homilías, san Jerónimo explica: “Si no hubiera habido algo divino en el rostro del Salvador, hubieran actuado de modo irracional al seguir a alguien, de quien nada habían visto. ¿Deja, acaso, alguien a su padre y se va tras uno, en quien no ve nada más de lo que ve en su padre? Mas ellos dejan al padre carnal y siguen al padre espiritual. Es más, no dejan al padre, sino que encuentran al padre. ¿Por qué he dicho esto? Para hacer ver que en el rostro del Salvador había algo divino, que hacía que, al mirarlo, los hombres le siguieran”.

El desasimiento de las cosas consiste en desasirse, en no permanecer asido a ellas; que no es lo mismo que deshacerse de las cosas, algo que no nos pediría Jesús porque él sabe que, siendo discípulos suyos ya no seremos del mundo, aunque estaremos en el mundo; y así como Simón, Andrés, Santiago y Juan tuvieron el mérito de seguir a Jesús, fue él quien los buscó y los llamó primero.

Por nuestra parte, dejemos lo que nos estorba para poder seguirlo. No estamos solos, nos acompaña la certeza de aquello que afirma santa Teresa de Jesús: “Cuando el Señor quiere para sí un alma, tienen poca fuerza las criaturas para estorbarlo”.