Lunes, 16 Septiembre 2024

Editoriales

La Ascensión del Señor

La Ascensión del Señor

Tras las diversas apariciones del Señor resucitado a sus apóstoles, “por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes lo habían visto resucitado. Y les dijo: «vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,14-16),

Cristo-Jesús reprochó a sus apóstoles que no hubiesen creído que resucitó porque los creó “para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (3,14), un deseo suyo que ellos habían olvidado, pero él, que hizo que “vivamos una vida nueva” (Rm 6,4), los reeligió confirmándoles su tarea y los envió como maestros a todo el mundo.

Es una gracia que hayamos sido bautizados en la Iglesia que Cristo estableció, una gracia que otros no han tenido. Sin embargo, ha habido algunos que han incurrido en herejías y en apostasía al abandonar la Iglesia, y que se han empeñado en no seguir la sana Doctrina. Ellos, por su extraña obstinación, se privan de la salvación, y por no creer se destinan a la condenación: “El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios (Jn 3,18). Pidamos al Señor por aquellos que, habiendo estado en su Iglesia, han querido dejar de estar en ella.

Luego de haberles reclamado su incredulidad a los apóstoles, Cristo les hizo saber cómo confirmaría su predicacion: “Estos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien»” (Mc 16,17-18).

Pedro, con los demás apóstoles, se sorprendieron al escucharse a sí mismos hablar en unas lenguas que antes no habían hablado, y comprendieron que “de lo que rebosa el corazón habla su boca” (Lc 6,45). Se conmovieron al pronunciar palabras de perdón en la lengua de la reconciliación, palabras llenas de gracia en la lengua del amor; lenguas nuevas en las que comenzaron a hablar y con las que se expresarían ya para el resto de sus vidas, y los poderes del infierno no pudieron nada contra ellos, ni oscurecer sus almas ni corromper sus corazones; cuantos los escuchaban eran arrancados de las garras del mal.

Esto que Cristo obró en sus apóstoles también lo hará en nosotros y lo confirmará con los signos que anunció; y tal como les ocurrió a ellos, así también a nosotros cuando nos escuchemos pronunciar palabras de concordia.

“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban” (Mc 16,19-20).

Con la Ascensión del Señor, se confirmó en él la antigua profecía: Oráculo de Yahvé a mi Señor: «Siéntate a mi diestra, hasta que haga de tus enemigos el estrado de tus pies» (Sal 110,1). Con la predicación de los apóstoles, colaborando el Señor con ellos, se confirmó su promesa: Y he aquí que yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo (Mt 28,20).

Cristo regresó a los cielos tras vencer al odio con un amor que “es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1 Co 13,4-7).

Dios sembró su Palabra en nuestro mundo; ahora, esta Palabra debe florecer y dar fruto en nosotros, pues así como Cristo ascendió al Cielo, así también regresará a nuestro mundo, en su Parusía. Mientras tanto, hemos de hacer lo que hicieron sus discípulos: predicar esta Buena Nueva, pues así como ellos lo cumplieron, también nosotros lo lograremos. Confiemos en que así será.

Cristo-Jesús, que siempre cumple sus promesas, confirmará nuestras palabras y acciones con las señales que prometió, caminará a nuestro lado guiando nuestros pasos, quitará el viento de nuestro rostro y lo pondrá a nuestras espaldas, colocará su mano alada sobre nuestro hombro e inspirará nuestras palabras para que sepamos compartir con nuestro prójimo ésta que es la historia de nuestra vida, la historia de Jesús, el Hijo de Dios, el Hijo del Carpintero.