Domingo, 13 Octubre 2024

Editoriales

En error por no entender las Escrituras

En error por no entender las Escrituras

Tras el fracaso de los fariseos y herodianos, en su intento por calumniar a Jesús al preguntarle acerca de licitud de pagar el tributo debido al César, los saduceos intentaron, a su vez, ridiculizar sus enseñanzas; y aunque constituían un partido opuesto a los de herodianos y fariseos, se habían mantenido al margen de la persecución contra él y no se habían entrometido hasta entonces en su predicación, por temor a que se produjera un conflicto religioso-político, pero decidieron embestir:

“Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer». Jesús les contestó: «¿No están en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Están en un gran error»” (Mc 12,18-27).

Los saduceos repugnaban la concepción griega occidental del alma y, por tanto, toda posibilidad de resurrección: Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso (Hch 23,8). Los saduceos eran la clase social y económicamente elevada, y aunque sus doctrinas eran opuestas a las de los fariseos, les interesaba colaborar con ellos por el gran influjo que ejercían entre el pueblo.

Esos saduceos, que aceptaban la ocupación romana con tal de no perder sus privilegios, quisieron encontrar en la Escritura un fundamento que les permitiera derribar la predicación de Jesús en torno a la trascendencia de la vida humana en la resurrección, y echaron mano de la Ley: “Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará fuera con un hombre de familia extraña. Su cuñado se llegará a ella y la tomará por esposa y cumplirá con ella como cuñado, y el primogénito que ella dé a luz perpetuará el nombre de su hermano difunto; así su nombre no se borrará de Israel” (Dt 25,5-6). Luego, con falsedad le presentaron al Señor una historieta que se engendró en un rincón de sus mentes impedidas, un cuento que provoca risa por su irracionalidad: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete hermanos. Todos tuvieron por mujer a la misma mujer, luego los siete murieron y después de todos, murió también la mujer, ¡luego de acabar con todos ellos! Jesús habrá tenido que disimular la risa.

Sin embargo, dos valiosas enseñanzas provienen de la respuesta que el Señor les entregó a aquellos desatinados: una, que se cae en error al no entender las Escrituras ni el poder de Dios, y que tras la resurrección seremos almas espirituales incorpóreas.

En efecto, no entender las escrituras conduce al error, y por ello son ineludibles la catequesis y la buena formación, el deseo de aprender y acercarse al conocimiento de la verdad revelada por Dios, pues las fantasiosas argumentaciones de aquellos saduceos fueron tan absurdas en su momento como hoy lo son las necias discusiones de los que, tras haber abjurado de su bautismo, de la fe de sus padres y de la fe de la Iglesia, pretenden que la salvación les venga del mismo Dios a quien han ofendido.

Al término del debate, Jesús confirmó la trascendencia de la vida humana en la resurrección explicando que aunque Abraham, Isaac y Jacob murieron, ellos viven para Dios. De igual manera, quienes viven en este mundo de manera justa y fiel, también vivirán después de morir, y con una vida mejor y plena de felicidad en la Gloria celestial.

Las Sagradas Escrituras expresan la verdad; lo sencillo es negar la verdad, lo difícil es vivir en la verdad. El poder de Dios vence a la muerte; es fácil negar la resurrección, es difícil llegar a la resurrección.