Domingo, 28 Abril 2024

Editoriales

Gruta de la Anunciación

Gruta de la Anunciación

El Evangelio refiere que “al sexto mes (de la concepción de Juan el Bautista) fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: -Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1,26-28) y agregó: “Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús” (Lc 1,31). El ángel que vino del cielo vio a la Virgen Inmaculada, y ella vio al mensajero e intercambiaron miradas y palabras comentando el mensaje del que, como ángel, era portador.

Anillo nupcial de la Virgen María

Anillo nupcial de la Virgen María

El amor entre la Virgen María y san José es un misterio de amor verdaderamente grande, pues ella, siendo superior a él por su Concepción Inmaculada, al ser desposada, el amor de José la hizo suya hasta el grado de que él pudo participar, más que nadie en el mundo, de su grandeza y santidad. Así, el matrimonio de amor entre José y María prefiguraba ya el matrimonio entre Cristo y la Iglesia. La Sagrada Escritura afirma que “por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen un solo ser” (Gn 2,24); luego entonces, José y María fueron siempre como un solo ser.

Abuelitos de Jesús

Abuelitos de Jesús

San Joaquín y santa Ana son los padres de la Virgen María y por ende son los abuelitos de Jesús. Lo que de ellos se conoce es por la vía de los evangelios apócrifos “Protoevangelio de Santiago”, el “Evangelio del Pseudo Mateo” y el “Libro sobre la Natividad de María”, de alrededor del año 150, escritos que, aunque no forman parte de las Sagradas Escrituras, sí son apreciados y valorados por el Magisterio de la Iglesia.

Gruta de la leche

Gruta de la leche

En un elocuente himno, san Romano el Melódico, Padre de la Iglesia, reflexiona en la maternidad divina de María, siempre virgen: “El padre de la madre, por decisión propia, se convirtió en su hijo; el salvador de los recién nacidos es un recién nacido en sí mismo, con cuna en un pesebre. Su madre lo contempla y le dice: -Dime hijo mío, ¿cómo plantaste tu semilla en mí? ¿cómo te formaste? Yo te veo, ¡Oh! carne mía, con asombro, ya que mi seno está lleno de leche y no he tenido esposo; te veo envuelto en pañales, y el sigilo de mi virginidad sigue intacto: tú en verdad lo has custodiado cuando te dignaste venir al mundo, hijo mío, Dios que eres desde antes de los siglos”.

Leche de la Virgen María

Leche de la Virgen María

En la Profesión de nuestra Fe, al pronunciar la oración del Credo se proclama que Jesucristo “por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre”, encarnación en la que en el curso de nueve meses, ella le dio a Jesús, en su seno virginal, su carne y su sangre, sus huesos, su cabello, sus ojos y su mirada, su boca y su sonrisa, todo su cuerpo. Jesús heredó de María, su Madre, sus gentiles ademanes, sus amables gestos y su fino modo de andar. María también lo alimentó, como toda madre lo hace, con su propia leche, para que el divino Niño creciese sano y fuerte.

Aguas del mar de Galilea

Aguas del mar de Galilea

Es verdad que Jesús caminó sobre las aguas del mar (Cfr. Mc 6,48). El poeta Aurelio ClementePrudencio, en su Himno Contra Symmachum, de finales del siglo IV, narró uno de los tantos encuentros de Jesús con sus apóstoles en este mar:

Aguas del río Jordán

Aguas del río Jordán

A partir del momento en que “por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Mc 1,9), su vida no volvió a ser la de antes, pues de inmediato “el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días” (Mc 1,12-13). Su vida no vino a ser la misma porque al desierto entró el carpintero y del desierto salió el Mesías. Ya Juan el Bautista lo había anunciado: “Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,8).

La santa Cofia

La santa Cofia

Como parte de los rituales funerarios judaicos, la mandíbula del difunto solía atarse mediante vendas o lienzos de tela, a manera de diadema, conocidos como pathil, para mantener cerrada la boca. El Evangelio confirma que tanto san Juan como san Pedro vieron estas vendas en el Santo Sepulcro la mañana del domingo de Pascua: “Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte” (Jn 20,5-7).

Cuerdas con que fue atado Jesús

Cuerdas con que fue atado Jesús

El Señor fue atado en varias ocasiones durante su Pasión, como afirma el Evangelio: “Después de haber atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato” (Mc 15,1).  También lo aseguran diversos místicos que por revelación coinciden en que fue atado de manos y con cuerdas que rodearon su pecho y cintura. Los verdugos lo ataron al aprehenderlo, durante sus juicios ante el sanedrín y ante el pretor romano y en la ejecución de su sentencia a morir crucificado.

Asiento de Jesús en la Última Cena

Asiento de Jesús en la Última Cena

Toda vez que se celebra la santa Misa, Cristo se hace presente, tal y como él nos lo hizo saber en sus propias palabras “Hagan esto en memorial mío” (Lc 22,19) y en cumplimiento de su promesa: “He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Toallas con las que Jesús lavó los pies a los apóstoles

Toallas con las que Jesús lavó los pies a los apóstoles

En el transcurso de la Última Cena, Jesús quiso servir a sus discípulos en un acto que era reservado a los sirvientes y esclavos que lavaban los pies de su señor al regresar de viaje a casa; y también quiso purificarlos antes de comer su Cuerpo y beber su Sangre en la Eucaristía, como lo refiere el Evangelio: “Tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla” (Jn 13,4-5).

Mantel de la Última Cena

Mantel de la Última Cena

Tanto Jesús, como los apóstoles que celebraron la Última Cena en la que el Señor nos dejó su Cuerpo y su Sangre en el sacramento de la Eucaristía, comieron recostados, como da cuenta el Evangelio: “Y mientras comían recostados, Jesús dijo: -Yo les aseguro que uno de ustedes me entregará, el que come conmigo” (Mc 14,17), pues en aquel tiempo los comensales se acomodaban en un tipo de mesa conocido como Triclinium, de baja altura.

Huellas en la Piedra del Torrente Cedrón

Huellas en la Piedra del Torrente Cedrón

Las Sagradas Escrituras mencionan en variadas ocasiones un lugar geográfico conocido como el Cedrón, un sitio que también Jesús recorrió, como lo refiere el Evangelio: “Pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos” (Jn 18,1).