Atribuido a la mano de San Lucas, el icono de la Virgen Maryja KrólowaPolski o María Reina de Polonia, es reconocible fácilmente por las tres cicatrices que cruzan la mejilla derecha del rostro de la Virgen y por la túnica y el omophorion decorados con flores de liz que la cubren.
Líbano es tierra santa que Jesús conoció bien, pues allí estuvo en diversas ocasiones y de ahí procedían algunos de sus muchos discípulos. Aunque en las Sagradas Escrituras no aparece el nombre de Líbano, las ciudades de Tiro y Sidón, por ejemplo, forman parte del territorio libanés, localizado al sur de Israel (Cfr. Mt 15,21-28 y Mc 3,7-8).
El 25 de agosto de 2004, en la basílica de San Pedro del Vaticano se colocó el icono de la Virgen de Kazán para que pudiera contemplarse y ser venerado por los fieles antes de que fuese llevado a Rusia por una delegación presidida por el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos bajo el pontificado de San Juan Pablo II, en un generoso acto de la Iglesia Católica al devolverlo a la iglesia ortodoxa rusa, su propietaria original. Antes, el sagrado icono había permanecido junto al Papa durante casi once años en el apartamento apostólico desde 1993 cuando le fue entregado por Blue Army of Our Lady o Ejército Azul de Nuestra Señora de Fátima, el movimiento eclesial estadounidense que lo rescató en 1970 al adquirirlo en una subasta pública.
La veneradísima imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro es un icono que data del siglo XI, de la tradición iconográfica bizantina de la Iglesia Ortodoxa y que, por ende, representa hoy un puente de encuentro entre el Oriente y el Occidente cristianos, tanto por la devoción a la Virgen María, como por su historia. En el cristianismo oriental es conocido como la “Virgen de la Pasión”, mientras que en Occidente se le llama “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”.
En la iglesia de san Jacinto, en San Ángel, ciudad de México, a mediados del siglo XX Caballeros de la Orden de Malta, residentes en la zona, decoraron la capilla lateral con motivos referentes a su Orden: el altar de cantera con cruces de Malta labradas, cruces melitenses en las pechinas de la cúpula y en las lámparas laterales, y al centro del retablo una copia fiel del icono de la Virgen de Filermo, santa Patrona de la Orden.
Vestigios arqueológicos en el monte Bülbüdag, a siete kilómetros de la ciudad de Éfeso, confirman la antigua tradición que sostiene que la Virgen María residió allí hacia la tarde de su vida y que ahí estuvo el sepulcro que para ella fue preparado, tradición que a su vez es sustentada por las visiones de la beata Ana Catalina Emmerick; aunque otra antigua tradición sostiene que su sepulcro se encuentra en Jerusalén, como lo confirman el obispo Juvenal, que en el año 451 dio testimonio sobre la presencia del sepulcro en la Ciudad Santa; un protonotario de Éfeso, de nombre Perdicas, que en el siglo XIII describe haber visito “la gloriosa tumba de la Virgen en Getsemaní”; y la edificación, en el siglo IV, de la basílica de la Asunción.
En el siglo VIII, durante el lamentable movimiento iconoclasta que se opuso a la elaboración de imágenes sagradas, y que tantas de ellas destruyó, un hombre llamado Juan, originario de Damasco, y por ello conocido como Juan Damasceno, empeñosamente defendió la veneración de los iconos sacros y de las imágenes religiosas.
Al Sermón de la montaña se le ha considerado como uno de los discursos más revolucionarios de la historia; revolucionario, no porque haya provocado un levantamiento social, sino porque estableció una innovación permanente en la forma de apreciar la conducta humana, en la manera de vivir la vida.