Viernes, 07 Febrero 2025

Editoriales

Los últimos serán los primeros

Los últimos serán los primeros

Luego de que el Señor expresara que entrar en el Reino de Dios es imposible para los hombres, aunque no para Dios, porque para Dios todo es posible, “Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros.»” (Mc 10,28-31).

Renuncia de las cosas

Renuncia de las cosas

Luego de su encuentro con un hombre rico que se marchó contristado porque no quiso hacer lo que Jesús le indicó al decirle que sus bienes los repartiera entre los pobres, el Señor indicó a los suyos que entrar al reino de los cielos es difícil: “Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.»” (Mc 10,23-27).

El hombre rico

El hombre rico

A un hombre rico, de quien el evangelista no menciona su nombre, refiriéndose a él como uno que corrió a su encuentro, le inquietaba saber qué habría de hacer para alcanzar la trascendencia luego de esta vida, así que se acercó al Señor y le preguntó qué le faltaba por hacer para llegar a su propósito: “Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y, arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?».  Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud»” (Mc 10,17-20).

Jesús y los niños

Jesús y los niños

El evangelista san Marcos quiso colocar, luego de la afirmación del Señor acerca de la indisolubilidad del matrimonio (Cfr 10,1-12), esta perícopa en la que recuerda el coloquio que se suscitó entre Jesús y unos niños que sus padres le presentaron, un encuentro que muestra la infinita ternura del Señor. “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. Yo les aseguro: el que no reciba el reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos” (Mc 10,13-16).

El matrimonio es indisoluble

El matrimonio es indisoluble

En el judaísmo, la mujer había sido objeto de segregación social por motivos culturales y cultuales sólo por su condición femenina, en tanto que el varón gozaba de una supremacía amparada por la tradición que, a partir de interpretaciones de los escribas, tenía a la mujer como causante de la entrada del pecado al mundo.

Allí donde el fuego no se apaga

Allí donde el fuego no se apaga

Luego de que el Señor asegurara que quien recibiese a un pequeño en su nombre lo recibiría a él mismo, advirtió severamente las consecuencias de cualquier abuso hacia los pequeños: “Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que lo echen al mar” (Mc 9,42).

El que no está contra nosotros, está por nosotros

El que no está contra nosotros, está por nosotros

Luego de que Jesús les dijera a sus discípulos, por segunda ocasión, lo que habría de sucederle, queriendo cambiarle el tema Juan le habló de otro asunto: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidan, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.»” (Mc 9,38-40).

El segundo anuncio de la Pasión

El segundo anuncio de la Pasión

Tras su transfiguración en el monte ante Pedro, Santiago y Juan, y después de haber exorcizado al hijo endemoniado de un padre al que le aumentó la fe, el Señor reveló a sus discípulos, por segunda ocasión, lo que habría de sucederle: “Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; lo matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle” (Mc 9,30-32).

El hijo endemoniado

El hijo endemoniado

Un apesadumbrado hombre buscó a Jesús en compañía de su hijo, pero no lo encontró, porque había subido al monte. Era uno de tantos padres infelices porque su hijo padece una discapacidad que provoca una infancia confinada en un niño que no sonríe como los otros y que se pregunta por qué él no es como los demás.

Dios presenta a su Hijo

Dios presenta a su Hijo

Los apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron privilegiados por el Señor al transfigurarse ante ellos y al hacerlos testigos de una singular teofanía: “Entonces se formó una nube que los cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escúchenlo». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús sólo con ellos” (Mc 9,7-8).

La Transfiguración

El Señor concedió a tres de sus apóstoles la experiencia de ver venir con poder el reino de Dios transfigurándose ante ellos: “Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús” (Mc 9,2-4).

Condiciones para seguir a Jesús

Condiciones para seguir a Jesús

Luego de presentarles a sus discípulos el primer anuncio de su Pasión, el Señor les dio a conocer dos actitudes que habría de tener todo seguidor suyo: “Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mc 8,34-37).

El primer anuncio de la Pasión

El primer anuncio de la Pasión

Luego de la profesion de fe de Pedro y de los apóstoles, Jesús les presentó la primera de tres advertencias acerca de lo que habría de sobrevenirle en su Pasión, Muerte y Resurrección a fin de que pudiesen hacerle frente al acontecimiento de lo que ellos podrían interpretar como un fracaso. Quiso prevenirlos para mitigarles el impacto de los acontecimientos en los que se verían envueltos ellos mismos, y en los que lo verían ser juzgado y sentenciado a muerte como un blasfemo y como delincuente.